Por Jesse Sánchez / MLB.com
Esta parte de Arizona está bien lejos de aquella sección en el Dodger Stadium de Los Angeles a la que pusieron el nombre de “Mannywood”. Está más lejos aun del Fenway Park de Boston.
La nueva realidad de Manny Ramírez se encuentra aquí, en el área de Phoenix, con los entrenamientos de primavera extendidos. El viernes se encontraba el dominicano participando en un partido entre los Atléticos y los Rockies en el Salt River Fields de esta localidad.
Ramírez, quien ha cumplido más de la mitad de su suspensión de 50 juegos por uso de sustancias prohibidas, no puede unirse al equipo grande Oakland hasta el 30 de mayo, que será precisamente su cumpleaños número 40. Ramírez afirma que nadie lo reconocerá cuando vuelva.
Sin dudas, luce diferente.
Este Ramírez tiene canas en su barba estilo “candado”. Sus trenzas cubren muchas canas más en su cabeza. Su uniforme en Arizona lleva el número 98, no el 99 que tuvo en los Dodgers. Sus zapatillas tienen el número 14, obviamente hechos para otra persona. El dominicano se viste en el complejo de los Atléticos en Phoenix al lado de peloteros que son tan jóvenes que podrían ser sus hijos.
Este es Manny Siendo Manny, pero no el Ramírez que todo el mundo recuerda. El viejo Manny era un bateador incontenible en su apogeo. Conectó 555 jonrones en sus 19 temporadas, pero también hizo que mucha gente se desilusionara con él mientras estuvo con los Medias Rojas y otros equipos después de Boston. El Manny de ahora dice que sólo quiere ser una buena persona. Espera que la gente le crea, pero si no, no le importa mucho.
“Cuando caminas con el diablo, empieza bien el camino pero termina mal”, dijo Ramírez. “Cuando caminas con Dios, aunque el camino empieza difícil, termina con buena nota. Hay muchos peloteros como yo. Caminé con el diablo. Estás ahí en la calle y todo está bien, ¿pero a dónde va tu alma? A nada bueno. Cometí errores. Estaba muerto por dentro.”
Afirma Ramírez que se volvió cristiano el año pasado, poco después de ser suspendido por violar el programa antidopaje de MLB por segunda vez y retirarse de repente. A los cinco meses de eso, fue arrestado y acusado de violencia doméstica en la Florida. Las autoridades alegaron que Ramírez le dio un golpe a su esposa, Juliana. Los cargos se desestimaron en marzo porque Juliana no quiso cooperar con las investigaciones. Ramírez se declaró no culpable.
El dominicano solicitó su reingreso a Grandes Ligas en diciembre, y al final MLB redujo de 100 a 50 juegos su suspensión. Firmó un pacto de liga menor con Oakland en febrero y desde entonces busca restablecerse en la Gran Carpa.
“Los esteroides y todo lo que pasó con mi esposa, no estar ahí para mi familia, todo eso tuvo que pasar para que yo cayera”, dijo Ramírez. “De lo contrario, yo hubiese seguido en lo mismo. La vida de un pelotero de Grandes Ligas está llena de tentaciones. Tienes millones de dólares, alcohol, drogas y todas las mujeres que quieras. Te puedes perder. Yo me perdí.”
El régimen de Ramírez en Arizona no le deja tiempo para nada de eso. Se levanta a las 4:30 a.m., sale de su casa a las 5:45 a.m. y a las 7 a.m. está estirándose con sus compañeros de equipo. Después de dos horas y media de trabajo en el terreno, hay una pequeña comida y conversación con los jóvenes.
“Algunos grandeligas vendrían y nos ignorarían. Pero Manny no es así”, dijo el prospecto de los Atléticos, Yordy Cabrera. “Nos habla de bateo como un coach, pero también nos habla de sus errores y lo que debemos esperar en Grandes Ligas. Es sincero. No es lo que pensaba que sería.”
Si los prospectos necesitan saber lo que fue una vez Ramírez, nada más tienen que ver su Porsche Panamera Turbo blanco estacionado detrás del van que lleva a los peloteros a los juegos. Si bien es cierto que Ramírez es sólo uno de los muchachos ahora, también es verdad que sigue siendo una atracción. En los partidos, Ramírez es el primer bateador de los innings y, luego de sus cinco turnos, va a la jaula a trabajar más.
El viernes, un fanático, parado lo suficientemente cerca de Ramírez para que éste pudiera escucharle, dijo lo siguiente: “¿Te gustaría ser un pelotero joven y que un viejo que tiene cuatro años que no es te usurpara todos tus turnos?”
“La gente va a hablar, y lo que dice representa lo que lleva en su corazón”, expresó Ramírez. “La gente te va a juzgar, pero eso dice más de ellos que de mí. Es una bendición seguir jugando béisbol. Me siento bien. Estoy en paz. No voy a preocuparme por gente que no cree en mí.”
Lo que está por debatirse es cuánto puede aportar el dominicano a estas alturas. Algunos observadores han señalado que le ha dado dificultades reconocer los lanzamientos rompientes y que, como resultado, se ha visto bastante mal. A veces luce “un segundo atrás” ante las rectas.
“Estos pitchers son jóvenes”, dijo Ramírez. “Tiran una bola alta, luego bajita, luego afuera y luego quién sabe dónde. Y luego tiran un strike. Están aprendiendo todavía. Todavía estoy trabajando en el timing y tratando de ver la mayor cantidad de pitcheos posible.”
También está por determinarse cómo encajaría Ramírez en el equipo grande de Oakland. La ofensiva de los Atléticos sí necesita más fuego, pero el club ya cuenta con bateadores designados de mucha experiencia como Jonny Gomes y Seth Smith.
“¿Si Jason Giambi aún lo está haciendo y Chipper Jones aún lo está haciendo, por qué yo no?” manifestó Ramírez. “Siento que estoy aquí por algo. No sólo se trata de dar jonrones. Tal vez pueda hacer un impacto sobre estos muchachos. Tal vez puedan elegir un camino diferente luego de ver mis errores.”
Ramírez agotó cinco turnos el viernes, recogió sus bates y caminó lentamente hacia su Porsche. Los fans que de manera abierta cuestionaron el futuro del dominicano lo siguieron para pedirle un autógrafo. Él declinó, entró a su carro y abandonó el escenario.
“¿Ves todas esas felicitaciones y celebraciones que hacemos en el duguot? Todo eso es falso”, dijo Ramírez. “No es real. Lo único real en tu vida son Dios y familia.”