Esa sensación que surge del malestar y parece brotar de las entrañas como un volcán en erupción, que por un lado nos empuja a seguir adelante pero por el otro se convierte en un arma destructora y que además nos trae más problemas que el problema mismo, es la del enojo.
Algunos pueden expresarla fácilmente haciendo la vida imposible a cualquiera que esté a su alrededor y otros acostumbrados a callar.
En realidad la mayoría de los que estarán leyendo esto saben que el enojo generalmente es con uno mismo, porque las cosas “no salen como yo quiero”, porque no dije lo que quería decir en el momento adecuado, porque estoy harto de desear cosas que nunca consigo, y en fin todo lo que se quiera agregar a esa especie de estado de frustración constante que se maneja en estos casos.
¿Qué hacer? Hay mucho para hacer. Lo primero, empezar a tenernos más paciencia, podríamos seguir por acostumbrarnos a hacer pie en todo lo positivo que tenemos, en todo lo que logramos, en lugar de en todo lo que se supone nos falta.