Viajaba a caballo hasta las zonas más complicadas
Alejandra Sánchez / El Diario
Chihuahua, Chih.- Julia Paredes nació en la comunidad del cerro Colorado, en Batopilas, y desde muy pequeña ella supo que su tarea sería garantizarles la salud a los habitantes de la Sierra Tarahumara.
Actualmente es supervisora estatal en el área del Programa de Vacunación Universal (PDU), en el estado de Chihuahua; pero previo a eso, ella viajaba en caballo hasta las zonas más complicadas.
En entrevista exclusiva para El Diario de Chihuahua, esta mujer narró cómo inició su carrera en Enfermería.
“Inicié como voluntaria en el año de 1989, mi mamá me sugirió que fuera a apoyar al médico pasante e iba a las campañas de vacunación y todo un año estuve en el centro de salud y ya en 1990 me llegó mi base en el centro de salud de Batopilas”, externó Julia.
Para ella siempre fue importante el ayudar a personas que están en comunidades lejanas y que están en condiciones vulnerables.
“Batopilas es muy grande y yo acudí a Satevó, a Namúrachi, a Santa Rita, a Casas Coloradas, a Las Fincas, entre otras”, refirió.
Su padre se dedicó a la agricultura y a la talabartería y su madre le enseñó la nobleza y bondad, el amor por la naturaleza y los animales.
“Yo me describo como una mujer resiliente, empática, fuerte, siempre tuve la convicción de ayudar y el ver crisis en esas zonas me hizo querer ayudarles más y estar cerca de ellos”.
El doctor con el que Julia empezó a trabajar se llama Luis Wong, pero su primer contacto con el área médica fue cuando tenía siete años, porque el doctor Efrén Macías iba y visitaba a sus papás como pasante de Medicina y comía ahí en la casa.
“Me acuerdo que le ponía mucha atención y él me decía ‘tú tienes que ser doctora‘. Me acuerdo que cuando cargaba el termo de vacunas cuando el doctor vacunaba”.
A los 16 años fue contratado y ahí fue aprendiendo del área de vacunación.
“A los dos años de que me había contratado la Secretaría de Salud del estado, me becaron y me mandaron a la ciudad de Chihuahua a estudiar en la Escuela de Enfermería Florencia Nightingale para auxiliar de enfermera. Después, en 2007, estudié para enfermera general a distancia en la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH) que terminé tres años después”.
En el centro de salud de este municipio trabajó durante 24 años y ahí hacía de todo.
“Atendí miles de partos yo sola, sin médico, porque nada más nos llegaba un médico pasante que se quedaba durante 20 días y luego ya se iba y yo me quedaba al frente de la unidad atendiendo partos, heridos, traslados, y embarazadas, de todo”.
Julia atendía también a personas agredidas por murciélagos, zorrillos y por otros animales rabiosos.
Cuando tenía 17 años, en una localidad que se llama Loreto, había muchísimo sarampión, ahí hacían unas sepulturas en las que echaban hasta ocho cuerpos de personas que morían por esta enfermedad.
Esta enfermera ha visto morir a tantos niños en diversas circunstancias que decidió no tener hijos, porque después de ver el dolor que le queda a una mamá o a un papá cuando se les muere un hijo, es muy duro. “Esas pérdidas te dejan doliendo el corazón mucho tiempo”.
Algo que ella aprendió de su familia fue el amar y respetar a las personas indígenas.
“En mi casa siempre había comida para ellos y mi papá me dijo, ‘sabes cómo puedes irte con ellos, yo creo que te voy a comprar un traje de tarahumara‘. Y así entré a las comunidades desde que tenía 16 años, me aprendí algunas palabras para poder comunicarme con ellos. Me iba a caballo, montaba durante tres horas para ir a vacunar a los tarahumaras. Acompañaba a los médicos a buscar niños, para que pudiéramos ingresar a una de estas localidades”.
Según lo que Julia narra, primero había que convencer a las personas de que íbamos a cuidarlas, que lo que les aplicaran no era nada que les hiciera daño y que les iba a salvar la vida.
Las largas distancias y las condiciones climáticas también pueden dificultar el acceso a la atención médica y la distribución de vacunas, lo que requiere un esfuerzo coordinado y perseverante por parte de los profesionales de la salud como Julia, quien no ha dudado en montar a caballo o caminar por días para llegar a las poblaciones que necesitan ser atendidas.
Para poder entrar a las comunidades indígenas, adoptó la vestimenta tradicional y aprendió algunas palabras, con ello pudo ganarse la confianza de los pueblos y brindarles atención médica. Ha recorrido largas distancias a caballo para vacunar a los tarahumaras y otras comunidades remotas, superando barreras lingüísticas y culturales para asegurar que todos tengan acceso a las vacunas.
También ha sido testigo de la evolución del programa de vacunación a lo largo de los años, enfrentando desafíos como la disminución de las coberturas y la propagación de información falsa en las redes sociales.
En este contexto, reconoce el papel crucial que desempeña la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS) en el fortalecimiento de los programas de vacunación en México y en toda la Región de las Américas para garantizar la salud de la población.
Julia es prueba del poder transformador de la dedicación y el compromiso con la salud pública, un recordatorio de que, incluso en las circunstancias más difíciles, cada esfuerzo por promover la vacunación puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.




