Corría octubre de 1960, y la Liga Mexicana del Pacífico comenzaba su actividad. Entre tanto, en uno de aquellos antiguos y cansados trenes de rodar lento y despachar humo, trenes que paraban en cuanta estación veían al paso, viajaba procedente de Chihuahua un jovencito con sueños y deseos de ser estrella del beisbol. A los 21 años de edad, era su primera experiencia en un viaje de tantas horas. Su carácter introvertido, muy poco comunicativo, callado la mayor parte del tiempo, le hizo sentir aún más pesado el recorrido. La máquina y su ristra de vagones se detenía en todas las estaciones para dejar y para recoger pasajeros, y para que las calderas tragaran agua.
Estación San Juanito…Estación Greel…Samachic…La Bufa…San Ignacio…La Fuente…San Blas…Los Mochis…Huatabampo…Navojoa…Obregón…
El muchacho, Héctor Espino, tenía pasaje para unas 10 paradas más, hasta Hermosillo, donde lo esperaban los Naranjeros a fin de que firmara su primer contrato para jugar Béisbol profesional. Pero en la escala de Obregón, todavía a más de 270 kilómetros de su destino, creyó haber llegado. Se confundió y descendió al andén con su equipaje. Hizo un gran esfuerzo para vencer la timidez y preguntó cómo llegar al estadio de beisbol. “Es que yo soy pelotero, ¿ve usted?, y vengo a jugar con el club de aquí”.
Un fanático entusiasmado le ofreció conducirlo hasta las oficinas del club. Y lo llevó.
“¿ Quién eres y cómo te llamas?”, le preguntaron extrañados, ya en el estadio, los del equipo, porque no esperaban a ningún jugador nuevo. Pero llamó la atención que viniera desde Chihuahua, y también su juventud y por su aparente fortaleza . Además, necesitaban peloteros. “Está bien, jovencito, te vamos a firmar”.
Al día siguiente ya estaba Héctor uniformado y en el line-up. Y esa misma noche sacó su primer jonrón en esa Liga…Pero claro, en Hermosillo estaban de lo más angustiados porque no les llegaba el muchacho y comenzaron a averiguar, hasta que lo encontraron, después que ya había aparecido en tres juegos con el equipo de Obregón. Se lo llevaron inmediatamente para vestirlo de Naranjero, por supuesto.
Hoy día, como es de suponer, con la buena organización y los controles de peloteros de la Liga Mexicana del Pacífico, los draf y otros pormenores, esto no ocurriría. Pero estamos hablando de 1960.
Después de aquel jonrón inicial con los Yaquis, Héctor Espino disparó nueve más con Naranjeros, y fue el líder de la temporada 60-61. El primero de siete campeonatos de la especialidad que ganó allí, incluidos los 26 jonrones de su mejor campaña, 1972-73. En total, dejó el récord de 310 cuadrangulares, promedio al bat de .330, y 1,120 carreras impulsadas. Dos años después del histórico viaje en el tren Chihuahua- Hermosillo, debutó Espino en la Liga Mexicana de Verano con los Sultanes de Monterrey. Y tuvo totales de 453 jonrones, promedio de 335, y 1,573 impulsadas, en 2,388 juegos de 23 temporadas, entre 1962 y 1984.
Una vez a Héctor Espino se le cuestionó si era verdad esta historia, y respondió: “Si, fue cierto…Cuando me uniformé fue que me di cuenta de que estaba en otra ciudad, diferente a Hermosillo. Pero ya era tarde. Tuve que jugar…¡Que tonto era yo cuando estaba chamaco, ¿verdad?!.
Según su carrera, no parece que fuera nada tonto Héctor Espino, a quien se considera el mejor pelotero en la historia de México…publicación Recordando los 70s LMB




